sábado, 30 de enero de 2016

2. TRIBUTO



Desde que comencé con esta afición por las bicicletas clásicas siempre quise disfrutar de una “pionera”. Tal concepto puede resultar de carácter más bien difuso o provocador de confusión, una especie de manga muy ancha, al estilo de las de los imaginados magos o brujos de antaño, en la que todo cupiera. Y como la gente tiene la tendencia de abusar y tratar de meter con calzador o a empujones lo que claramente no es, dónde él o ella desearían tenerlo clasificado, pues luego uno se encuentra lo que se encuentra por ahí. Vaya por delante que el concepto de bicicleta “pionera” no existe como tal, se emplea aquí o allá, pero como es lógico, de forma relativamente laxa. Si nos pusiéramos rigurosos, la primera categoría de bicicleta antigua la conformarían las Draisianas, o lo que es lo mismo, bicicletas sin pedales que se impulsaban a base de zancadas y apoyos de los pies, mientras se rodaba sentados sobre ellas. Haberlas las hubo, y aún las hay: tanto réplicas de las originales, que algunos aficionados se llegan a construir actualmente; como la versión moderna para los niños más pequeños, que comprobado ha quedado: resulta el mejor método de progresión de aprendizaje para montar en bicicleta. Pero no, a ellas no las considero yo bicicletas “pioneras” sino “primitivas”.

Bicicleta Draisiana según modelo gráfico de 1817 (Imagen: wikipedia).

El siguiente paso cronológico (simplificando muchas matizaciones entre los pasos que voy a ir dando aquí) lo representan las bicicletas de “gran rueda”, a las que vulgarmente solemos denominar velocípedos. Ellas fueron mayoritariamente las protagonistas de un ciclismo de ocio, competición e incluso grandes travesías turísticas o aventureras, anterior al que yo me voy a referir. Hoy en día es caro y complicado hacerse con un buen ejemplar de biciclo de gran rueda original, porque escasean y resultan atractivos para coleccionistas y aficionados a las antigüedades, tanto específicos del ciclismo como generalistas. Lo que si es factible y se ve con relativa frecuencia por los eventos retro europeos son unidades fabricadas actualmente, en perfecto estado de funcionamiento y con un logrado aspecto clásico. De hecho, hay aficionados que claramente se decantan por esta “modalidad” ciclista. Si alguien se anima a ello, aún a riesgo de asumir una práctica de cierto peligro inherente, le recomiendo que apunte hacia un mínimo de fidelidad del concepto y descarte velocípedos con la rueda grande demasiado pequeña. Los hay por ahí, pero ni son lo mismo, ni reproducen lo que fueron los originales. Tampoco a mí me ha dado por ello, y tampoco es a esos modelos a los que personalmente les asigno el apelativo de “pioneras”

Thomas Stevens iniciando su vuelta al mundo (real) en velocípedo en 1887 (Imagen: Karla Verónica Rodriguez (blogspot)).

Dos hermosos velocípedos (réplicas actuales) presentes en la In Velo Veritas de 2013.

Compañeros de ruta en velocípedos (réplicas) durante la edición de 2014 en Marmande.

Mi concepto de “pionera” es pues el de aquellas primeras bicicletas de dos ruedas de similar diámetro, que transmitían la tracción a la de atrás por medio de la acción de los pedales y la transmisión de la cadena. Hago una salvedad: algunas de aquellas pioneras optaron por una transmisión de engranajes (cardan), y por supuesto que personalmente también las considero “pioneras”, de hecho el cardan es la modalidad de transmisión por la que me decanto en mi motocicleta, desde hace muchos años. Todas ellas eran bicicletas por lo general robustas, pero con un aspecto bastante convencional desde nuestro actual punto de vista. En realidad, la cuestión diferenciadora está quizá más centrada en los detalles de sus componentes que en su concepto general. Actualmente en Italia, cuna de la afición formalizada por el ciclismo retro o vintage, parece que un concepto similar al de “pioneras” lleva cristalizándo hace unos pocos años. Prueba de ello es que ya hay algunos eventos en los que se restringe la participación exclusivamente a ciclistas que utilicen tales máquinas. Y por tales bicicletas se entienden las que disponen de componentes de las tres primeras décadas del siglo XX. El ejemplo más claro es la Milán – San Remo Histórica, prueba abierta exclusivamente para bicicletas anteriores a 1930. La elección de año puede parecer baladí, pero no lo es en absoluto, ya que es a partir de entonces cuando empiezan a aparecer algunos componentes que cambian y facilitan enormemente el desempeño de los ciclistas, tanto respecto al sistema de frenado como, especialmente, a la adopción de cambios de marchas. En esto comparto parcialmente criterio con los reglamentos italianos, para mí las “pioneras” son las bicicletas situadas entre las “Gran Bi” (rueda grande) y justo antes de 1930. Lo cual se traduce en lo que acabo de explicar y ¡atención! Importantes limitaciones en lo que a los componentes se refiere. Así pues centrémonos en los dos componentes principales:

-        Frenos: aunque los frenos por presión de taco sobre la cubierta, accionado el delantero a través de una maneta en el manillar, fueron anteriores y mayoría en aquella época, pueden también ser admitidos los de pinza y acción de cable, ya que éstos empezaron a desarrollarse y popularizarse a partir de los años 10 y 20, sobre todo porque se inventó el piñón de “rueda libre”, que liberó progresivamente a los ciclistas de la obligatoriedad inicial del piñón fijo (el cual precisamente permitía una conducción eficaz sin necesidad imperiosa de frenos complementarios). Así pues, piñón fijo, frenos de “cuchara”, de pinza o incluso de tambor (que hace su aparición en 1884 para triciclos y en 1902 en bicicletas; y con versiones contrapedal desde 1898), quedarían admitidos.

El primer freno contrapedal en el buje fue fabricado por esta firma americana a partir de 1898. Esta imagen corresponde a su catálogo de 1908. (Imagen: oldbikes.eu).

Detalle de una trasmisión tipo cardan original de una bicicleta de la colección de Rafael Occiuzzi.

-     Cambios: por supuesto entrarían tanto bicicletas de piñón fijo como de rueda libre. La cuestión se complica bastante más con respecto a los propios cambios, los cuales si que empezaron a aparecer (de forma incipiente y minoritaria) en los siguientes casos que conozcamos:

  • Colocación de dos coronas diferentes, una a cada lado del buje, para, dando vuelta a la rueda, conseguir un desarrollo ligeramente distinto. La tensión de la cadena se regulaba con el margen que permitían las patillas traseras. Este sistema apareció pronto y se mantuvo de forma mayoritaria en el Tour de Francia incluso en los años 30. Evidentemente obliga a bajarse de la bicicleta para la maniobra.
  • Doble transmisión completa (plato o doble plato más corona o doble corona) duplicada a cada lado del eje de pedalier y del buje trasero. La tensión se conseguía utilizando unas cadenas con grupos de eslabones fácilmente desmontables. En cuanto a la acción del conjunto derecho o izquierdo, se conseguía fijando con los pies unos pasadores que mantenían activos los platos de uno u otro lado. Este sofisticado sistema fue desarrollado por La Gauloise hacia 1910, aunque apenas tuvo producción ni distribución.
Detalle de una de las bicicletas de La Gauloise. Esta, ya más evolucionada, data de 1924 y presenta hasta triple plato en el sistema de la izquierda (Imagen: Associazione Velocipedistica Piemontese).

  • Pedaleo retro-directo: la cadena dibuja un complicado circuito que incluye un cruce de la misma, dos coronas y un tensor. Además dispone de doble plato con desviador accionado por una palanca. Cuando se pedaleaba normal se llevaba un desarrollo convencional, pero al pedalear en sentido contrario (hacia atrás) el desarrollo puesto en funcionamiento era mucho menor. Su utilización proliferó algo en la década de los años 20 comercializada por Hirondelle. La cafetería del Col de Tourmalet tiene una de estas bicicletas colgada como adorno decorativo en una de sus paredes.
Detalle parcial del sistema “Retro-Directe” de Hirondelle. Se trata de una bicicleta expuesta temporalmente en Gijón.

Catálogo o publicidad de un modelo Hirondelle con sistema “Retro-Directe” publicado en 1907 (Imagen: manufrance.files)

  • Cambio de 3 velocidades dentro del buje trasero, creado por Sturmey Archer en 1902, y fabricado con muy pocas modificaciones hasta la actualidad.
Publicidad de 1919 sobre un test de ciclismo de alta montaña llevado a cabo por el Touring Club de Francia en los Alpes en 1905 (Imagen: itsnicethat.com)
  • E incluso, aunque la mayor parte de los desviadores traseros para cambio de coronas se empezaron a desarrollar a partir de 1930, hemos dado con una fotografía fechada en 1928 en la que Lucien Guibert muestra una exclusiva bicicleta de clicloturismo con desviador trasero para varias coronas y doble plato delantero. El problema con esta opción es que resultaba algo excepcional porque no estaba comercializado sino que se trataba de prototipos elaborados artesanalmente por ciclistas muy manitas e ingeniosos o proveedores personales muy innovadores.
Total que, o bien no he aclarado nada o para determinadas personas, más o menos iniciadas en el mundillo del ciclismo retro, si que he fijado un punto de partida o una frontera entre lo que se podría considerar componentes “pioneros” o no. Recordando y advirtiendo, una vez más, que nos estamos refiriendo a un concepto de carácter bastante ambiguo y absolutamente personal y extraoficial.

Pero algo que puede parecer tan complejo en especificaciones queda manifiesto de forma mucho más sencilla cuando al final, lo que haces es mirar a una bicicleta y valorar si tiene pinta de “pionera” o no, que es a la postre lo que hacemos la mayoría.

Hermosísima e impecable “pionera” marca Opel, propiedad de un participante del Tour de Flandes Retro en su edición de 2014. No perdí el tiempo en evaluar su “autenticidad” total o parcial, pero en cualquier caso el resultado me parece de lo más atractivo. Freno delantero de pinza y trasero de tambor contrapedal.

Llegados a este punto, suponiendo que tenemos más o menos claro el concepto de “pionera”, viene la cuestión de hacerse con una, para lo cual, básicamente, y en principio, hay dos opciones: conseguir una original o decantarse por una réplica.

Reconozco que lo auténticamente puro sería, sin lugar a dudas, conseguir la original. Lo que ocurre es que al avanzar en dicha opción podemos irnos topando con varias dificultades que resumo a continuación:

  • Dar con un ejemplar auténtico que nos agrade. Misión complicada pero no imposible porque la oferta es reducida, pero afortunadamente haberlas las hay. Lo que resulta infinitamente más complejo es dar con la marca, modelo, talla, etc. que nosotros queramos, o algo que no ande muy lejos de ello.
Bicicleta Humber de 1894 (Imagen: Jean-Pierre Pradegrave/Vintage Bicycle Press). Algunas “pioneras” originales pueden llegar a costar algunos miles de euros, mientras que otras escasos cientos o incluso menos. Todo depende del lugar, el estado de conversación y… de forma muy poco objetiva, la marca.

  • El siguiente problema es el precio: cuanto más original, referenciado, cuidado, etc. sea, más caro va a resultar. Tanto, que en algunos casos va a convertirse en imposible o en un disparate, pues aquí se entra a competir con el mundo de los coleccionistas profesionales y de los especuladores. Ambos, campos de batalla en los que personalmente me niego a poner un pié. Aún así, de vez en cuando se encuentran cosas muy apañadas, originales y apetecibles a precios muy moderados.
Varias “pioneras” originales de una colección privada expuesta en Marmande. Las tres con freno delantero de tampón vertical de fricción contra la cubierta, sin cambios y ¿piñón fijo?. La que está en primer plano tienen un gran espaciado entre los dientes de plato y corona.
  • Las siguientes dificultades vienen ya todas dadas por el proceso de conservación – restauración – puesta en funcionamiento de la bicicleta. Lo raro será que la bicicleta, si ha resultado medianamente asequible, esté completa, funcione correctamente y no requiera recambio alguno (más que raro es imposible, no hay que pensar más que en los mismos neumáticos). Aquí nos empiezan a llover los problemas dicotómicos que simplifico en tres ejes:
o   Estética: desde respetar completamente su “vida” y las “arrugas” que ésta ha ido dejando en la bicicleta, hasta pretender darle un aspecto como de recién salida de fábrica. Entre ambos polos: un infinito espectro de graduación.
o   Despiece: si le falta algo o tiene algo roto, qué hacer ¿iniciar otra búsqueda, puja… por recambios originales o solventarlo del modo menos “alejado” del original posible?. ¿Y qué pasa con aquello en lo que resulta imposible dar con algo original o similar y/o que son elementos fungibles por el uso (de nuevo el caso de los neumáticos, zapatas…)?. Me temo que la pureza absoluta está reñida con la utilización real y sólo es completamente factible en los museos. En la mayoría de los casos de bicicletas originales que vayan a ser utilizadas de verdad, el mundo de la réplica, aunque sea parcialmente (calcas, neumáticos, zapatas, tornillos…) se va lentamente filtrando y “contaminando” el original.
o   Utilización práctica: desde el quiero que funcione en total estado de marcha pero no la voy a utilizar nada más que para demostrarlo, hasta el pretender hacerse recorridos de cientos de kilómetros o exigentes rutas por etapas, pasando entremedio por asistencia a concentraciones de mínimo kilometraje, participación en marchas retro, etc. Aquí ya llegan las decisiones sobre si uno mismo va a admitir o no cierto “trampeo replicante” en cuestión de fiabilidad, ligereza, frenada, comodidad, desarrollos, etc.

Admirada Bianchi de Txema Santiesteban, procedencia original, claramente restaurada y completada con elementos retro de fabricación actual o nueva. En este caso tiene freno delantero por tampón vertical, trasero de pinza y tres coronas diferentes que se cambian a mano, soltando el cierre y desplazando la rueda hacia adelante o hacia atrás a lo largo de las patillas.

-      Que conste que todos los anteriores dilemas se dan igualmente entre las bicicletas retro normales y corrientes, es decir aquellas admitidas en los típicos reglamentos de marchas que las ubican como anteriores a 1984 (o 1987, según las versiones reglamentarias).

En el caso de que la primera decisión, anteriormente formulada, nos llevara a optar por una réplica, todo se vuelve mucho más sencillo, aunque no exento de dudas y obligaciones de tomas de decisión parciales. El camino de las réplicas ofrece tres opciones principales (y múltiples derivadas de ellas):

  • Adquirir una réplica fabricada. Es lo que ofertan algunas marcas de bicicletas para las máquinas retro en general: bici oficial de la Anjou Velo Vintage, réplica Bianchi vinculada a la organización de l’Eroica, fabricantes de “Gran Bi”, etc. Lo que ocurre es que, concretamente, la oferta de “pioneras” es casi inexistente, a excepción del caso Pashley con sus modelos Guv’nor y Speed 5.
Pashley Guv’nor actual (Imagen: pashley.co.uk)

  • Envejecer o adaptar una bicicleta antigua de una marca concreta hasta “crear” una “pionera” de dicha marca. Esto sería una tarea relativamente sencilla y asequible partiendo de la adquisición económica de ejemplares bastante antiguos y aprovechables de bicicletas de caballero de marcas de referencia que, a su debido tiempo, tuvieron sus propias pioneras deportivas (inglesas como BSA, Raleigh… francesas domo Alcyon, Peugeot… holandesas como Gazelle, Batavus… son opciones habitualmente asequibles para optar por esta solución; con el mercado italiano la cuestión puede resultar algo más complicada).
  • Puestos a replicar, partir de lo que se quiera o se tenga, centrarse en una idea y diseño propio y construir uno mismo su propia réplica, que desde un punto “marquista” no tendrá valor alguno, desde la óptica coleccionista similar valor a las dos opciones inmediatamente anteriores (ninguno), pero como proyecto personal, puede acabar resultando de lo más creativo y pleno.
Bicicleta con aspecto “a estrenar” de un compañero de ruta italiano en la París-Roubaix retro. Todas las piezas están “nuevecitas” y recién cromadas. Ignoro el porcentaje de autenticidad o réplica del conjunto, aunque el resultado es hermosísimo, pese a que la “edad” del sistema de cambio, no es tan antiguo como las típicas “pioneras”.

Personalmente me he decantado por la última opción. No pretendo con ello convencer a nadie de que lo haga, es más, la anteúltima me parece probablemente la más práctica, y si no me he decidido por ella ha sido para dar utilidad a un cuadro procedente de la historia familiar con el que algo había que hacer. Para quienes tengan fuerte vocación coleccionista les recomiendo que no se dejen seducir por el mundo de las réplicas y busquen y rebusquen su joya original. Para los que disfruten con el “shopping” y reverencien las marcas comerciales, y no quieran tener problemas mecánicos o de trabajo manual, les aconsejo que disfruten de la adquisición de una réplica nuevecita y preciosa. Mi alternativa me ha ofrecido mucho entretenimiento y diversión por varios canales. He tenido que diseñar un “proyecto de pionera”, me he documentado bastante (actividad que me encanta) y he podido disfrutar de un laborioso proceso de bricolaje y montaje. El resultado me satisface sobradamente desde un punto de vista estético y conceptual (esto es algo siempre muy-muy-muy personal). Ahora tan sólo me queda comprobar kilómetro a kilómetro y cita a cita si la máquina cumple con las exigencias para las que ha sido creada, lo cual en mi caso es algo fundamental e innegociable, pues como no me canso nunca de repetir, me considero un aficionado practicante, para el que la cualidad prioritaria de sus bicicletas es que funcionen y puedan ser utilizadas para lo que son.

Y aún a riesgo de que me tachen ustedes de filosofar demasiado, o de marear la perdiz con aspectos poco tangibles o demasiado alejados de lo puramente material (lamento no estar de acuerdo, teniendo en cuenta la poderosa relación que desde siempre ha alimentado la bicicleta entre lo material: acero, aluminio, piezas… y lo subjetivo: la estética), permítaseme añadir un último concepto personal, imprescindible para explicar el porqué de mi elección final de “pionera”. Tal concepto es el de “Tributo”. El significado de la palabra tributo es el de un pago debido por diferentes causas, servicios, derechos u obligaciones. Algo que en nuestro caso se refiere fundamentalmente a impuestos de muy diversa índole. Sin embargo, el verbo tributar, según la Real Academia del Español, presenta otra acepción paralela: “Ofrecer o manifestar veneración como prueba de agradecimiento o admiración”. Algo así como homenaje. En inglés esto parece aún más evidente. La alternativa inicial de significado (con tres diferentes matices) que nos muestra en primera instancia la versión estándar de Internet de Oxford Dictionaries, sugiere la misma línea de significado que la que hemos explicado con respecto a tributar. Es por ello precisamente por lo que en música moderna surge la expresión de grupos “tribute” para definir a las bandas musicales especializadas en ejercer de réplicas de grandes originales de reconocido prestigio. Quizás el ejemplo más llamativo fuera la actuación de The Australian Pink Floyd en la mismísima fiesta del quincuagésimo cumpleaños de David Gilmour… me recreo imaginándome al propio Gilmour disfrutando de un “gintonic”  con sus amigos mientras su “propia” banda de clónicos (él mismo incluido) interpretaba sus mejores temas. Cuanta más admiración despierta el artista, más probabilidad tiene de que le salgan “tributes” más o menos profesionalizados o especializados. Y en lo que a mí respecta, pagar solamente pago por disfrutar en vivo o grabado de los originales, aunque en variadas ocasiones me lo he pasado en grande gracias a algún “tributo” aparecido de forma gratuita. Por poner un ejemplo de esto último valgan las sorprendentes interpretaciones que de una época concreta de Bob Dylan ejecutan los cercanos Zimming Point. Al final se trata de lo mismo: estos grupos surgen ante la desaparición, la mayoría de veces irreversible, de un estado de funcionamiento de una estrella artística. Nacen pues de la nostalgia y del vacío producido. Son creados como juego declarado, no como fraude o imitación engañosa. El tributo (admirativo) en algo se parece al materialmente saldado (impositivo), ambos se declaran. Pretender hacer pasar una imitación por un original es un fraude, en ocasiones un delito y cuando menos un “quiero y no puedo”. Adquirir una réplica o diseñártela tu mismo, declarándolo y con el apropiado sentimiento de admiración y respeto al original, es un homenaje en formato lúdico.

Con esto queda armado mi pequeño rompecabezas de “pionera” de cuatro piezas, a saber: tributo, estética (desde mi personal punto de vista), asequible (económica y materialmente) y práctica (con la que poder cubrir algo más de 100 km con subidas y bajadas moderadas, por ejemplo). Y con tal disposición, únicamente queda ponerse manos a la obra y, con paciencia y ganas de disfrutar del proceso, elaborar mi pionera. Y puestos a elegir, sea por la razón que sea, o mejor dicho por una compleja integración de factores estéticos, históricos, conceptuales, emotivos y demás… yo me decidí por una “pionera” británica. Bicicleta de la que daré cuenta en alguna próxima entrada.

Otro ejemplo más de “Pionera” original, una “Labor”, expuesta temporalmente en Viena. Se trata de una bicicleta muy referenciada, por lo tanto mítica y lógicamente cara y difícil de conseguir.

viernes, 15 de enero de 2016

1. PRÓLOGO



Saludos a todos. Aquí estoy, un año más, y ya es el cuarto consecutivo, dispuesto, al menos inicialmente, a darle a la tecla periódicamente para poner de manifiesto lo que irá habiendo detrás: búsquedas, hallazgos, historias de vida, reflexiones personales y relato de aventuras propias. Antes que nada quiero aprovechar la ocasión para felicitar el año nuevo (el 2016) a los lectores que siguen mis capítulos a medida que estos se van publicando en la Red, al poco tiempo de salir al mundo. Para los otros, para los del papel, para los que me leen pasando páginas a mano, encuadernadas todas ellas en esos tomos que, año tras año, parecen ir engordando cada vez más, la felicitación resultará superflua, pero aquí queda. Para mí el año nuevo lo marcan varias ceremonias mundanas a las que soy fiel desde hace ya bastantes años. Pero de entre todas ellas (no tantas en realidad) hay dos que destacan en mi ánimo sobre las demás. Algunos lectores ya me han visto referirme a ellas en otras ocasiones. La primera es con la que despido el año que se va: corriendo la San Silvestre popular de Santander. Siempre a media tarde y con un comportamiento climático que cada año nos sorprende con una manifestación diferente. Todas ellas dentro de un muestrario de posibilidades que parece infinito. En esta ocasión fue una tarde algo ventosa, seca y templada. Un inicio de velada maravilloso en el que empezamos a correr ante un atardecer impresionante sobre un mar Cantábrico espectacular, lleno de contrastes de luz a modo de claroscuros. Sin que me atreva a considerarlo augurio de nada, pues no soy supersticioso, tengo que reconocer que esta última ha sido una de las San Silvestres en las que más he disfrutado de entre las que recuerdo haber corrido (jamás disputado), que han sido muchas. Un entretenido acto social en el que me he encontrado con muchas caras amigas a las que saludar y felicitar. Todas ellas con semblante de alegría y ganas de encuentro. Además, mi familia (todas ellas: la propia, la “política”, la nuclear, la extendida) estuvo muy presente de forma activa, es decir, participando la mayoría de sus miembros. De casa corrimos todos menos mi mujer Myriam. Y cada uno de mis hijos se reunió para hacerlo con amistades, novios o conocidos, expandiendo un fenómeno socio-deportivo que, un año más, ha vuelto a batir record de participación, reuniendo a casi 6000 personas. Entre todos formábamos una compacta masa vital de corredores ocupando una de las calles costeras más bonitas de la ciudad. Como viene siendo habitual los últimos años, en esta ocasión troté junto a mi cuñado Melchor (ciclista veterano, y desde hace poco, abuelo y maratoniano certificado, méritos logrados casi-casi simultáneamente). Pero lo mejor: los prolegómenos y postrimerías de la carrera, que me sirvieron para disfrutar de lo lindo con apretones de manos, besos, abrazos y encuentros de todo tipo. En esta carrera no me importa demasiado que haga malo (me gustan las Navidades invernales), pero reconozco que hay una gran ventaja cuando el tiempo es clemente: que la gente no tiene prisa por marcharse y el rato después de la prueba es una delicia.

 
Melchor, Cristina, Lucía y yo momentos antes de la salida de la San Silvestre.

 
Con Jacobo, Cristina y Ana una vez finalizada la carrera.
 
En cuanto al acto de bienvenida del año nuevo, todo lo contrario, una mañana solitaria en la que, tras un paseo con los tres perros, me pongo a cocinar para la familia, calculando todo bien para simultanearlo con el disfrute del Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena. Adoro esa retransmisión: sus planos, el decorado, la música, los tópicos, el ballet… este año el repertorio me ha gustado especialmente, y no digamos el documental presentado durante el intermedio, que rara vez me defrauda. En esta ocasión me ha recordado Salzburgo, ha incorporado escenas de esquí y unas imágenes de carreteras de puertos de montaña alpinos que me han estimulado aún más las ganas de volver a montar en mis bicicletas.

Porque sí, efectivamente, un año más “he parado” en otoño: prácticamente nada de bicicleta, un día de patines y muy poca piragua. Algo de monte de excursión (muchísimo menos del que me hubiera gustado) y, eso sí, esta vez un poquito de mantenimiento a base de salir a correr por los acantilados, dos o tres veces a la semana. Tampoco me apetecía mucho más. Me gusta desconectar en esa época. Y además he estado bastante ocupado laboralmente. La única pega es que ha sido un otoño tan veraniego (y esto no es una impresión, sino una llamativa noticia que ha formado parte del guión de los noticiarios nacionales semana tras semana), que casi daba cargo de conciencia no aprovecharlo para hacer mucho deporte al aire libre. Pero no he sucumbido a tal sentimiento, si hay algo que tengo ya claro desde hace mucho es que de deporte obligado nada de nada, únicamente lo practico con deseo y ganas de hacerlo.

 
Gracias a una iniciativa de Alejandro disfruté de una única salida en bicicleta por los Cañones del Ebro con algunos de mis amigos habituales del ciclismo retro.

 
Con Javier en una excursión de tarde-noche, navegación plácida otoñal con final nocturno y frontal de luz. La piragua azul y blanca era la nueva adquisición de Manu, la cual he probado con éxito otro día con algo de oleaje.

 
Cumbres pasiegas caminando desde Selaya, remontando el Pisueña hacia su nacimiento.

 
Cascadas cerca del nacimiento del Pisueña.

 
Con amigos cresteando entre el valle del Saja y del Besaya.

 
En un bosque de Pesquera, disfrutando del otoño con la compañía de Lagavulin.

 
Un “apunte” aparecido durante una consulta en un archivo municipal.

Lo que si he sentido son algunas raras sensaciones difíciles de explicar, en lo que se refiere a qué hacer con mi blog y a cómo plantearme la “temporada”, o si proponerme algo que pueda considerarse como tal. Al final opté por posponer mis reflexiones, y más aún, cualquier toma de decisión al respecto, y dejar pasar el tiempo manteniendo viva, pero alejada, la incertidumbre. Y así me encuentro ahora, iniciando de nuevo los escritos, habiendo trasladado esa incertidumbre al Blog, ignorando lo que será de él. Vamos, que una vez en su nuevo comienzo, no puedo anunciar gran cosa sobre su futuro, y con ello me refiero al corto plazo. Del medio o del largo ni hablamos. Sin embargo, una vez iniciado, si que puedo plantear algunas concreciones a las que creo haber llegado.

Para empezar se acabó la frecuencia semanal. Aquella no era obligada sino autoimpuesta, pero tal y como me comentó acertadamente mi amigo Alejandro, que  vivió algo similar en carne propia hace ya tiempo, la periodicidad pre-establecida acaba generando mucha presión. En un principio intentaré publicar una entrada cada quincena mensual, pero advirtiendo que más adelante ya veremos… tal rutina puede cambiar. He decidido volver a escribir en este escenario porque me quedaban algunas historias por contar. Temas en los que quería sumergirme, sobre los que me apetecía informarme para después divulgar, aunque fuera modestamente. A cambio de la reducción de la frecuencia, al menos para los primeros asuntos, se verá incrementada la extensión de cada capítulo. Esto es un aviso, no sé si será bueno o malo, supongo que tal valoración estará en función del punto de vista e intereses de cada cual.

Otra novedad es que en los textos de 2016 no habrá vinculación artística de cabecera. Inicialmente había pensado homenajear al cine, escogiendo alguna película como complemento de cada capítulo, pero al final me ha dado pereza la tarea que supone hacer memoria y establecer relaciones reflexivas para seleccionarlas, y no quiero ponerme carga extra. Por otro lado, reconozco que tampoco me convencen mucho las opciones legales disponibles para el “anclaje” multimedia de las películas comerciales al texto.

Y respecto al blog, una cosa más: he retocado algunas cosillas en él, haciendo desparecer algunos enlaces obsoletos y, sobre todo, creando una pestaña nueva en la que todo el mundo pueda buscar y encontrar más fácilmente el enlace a cualquier entrada pasada. Para ello las he ordenado dentro de una serie de categorías temáticas. Los temas son aquellos que he considerado más prácticos para poder clasificar, de alguna forma, los textos. A quien únicamente le interese el kayak, los patines o la bicicleta lo tendrá ahora más fácil. También quien busque cualquier entrada que ya conozca, porque aparecen todos los títulos a la vista. Reconozco que el sistema de etiquetas convencional, tal y como ocurre con la mayor parte de los blogs que visito por ahí, se había ido desmadrando a medida que el sitio crecía y ha acabado resultando una buena muestra de caos. Espero que esta novedad ayude a los visitantes.

Tal y como he señalado, independientemente de que la considere una nueva “temporada” o no, para este año si que tengo algunos planes de actividades deportivas que me gustaría llevar a cabo. En las siguientes líneas voy a reflexionar un poco, “en alto”, sobre ello. Tengo claro que trataré de mantener una mentalidad abierta, dispuesto a apuntarme a lo que salga… siempre y cuando me apetezca y pueda hacerlo sobre la marcha. El año pasado ya actué así en algunas ocasiones y creo recordar todas ellas como especialmente positivas. Sé que flaquear en el sostenimiento de este tipo de actitud es algo común, porque nuestro actual estilo de vida es experto en poner pegas, minas e inconvenientes, que aparecen disfrazados de actos de responsabilidad, pero que al final se cuelan en lo cotidiano, alteran el ánimo y adormecen el estilo vital. En cualquier caso me arriesgaré a ello y espero ser capaz de mantenerme activo. Además, no tengo ninguna gana de anticipar un calendario de actividades y vivir pendiente de él. Ese estrés se le dejo a todos los miles de aficionados que persiguen poder insertar alguna de esas citas deportivas ultra-masificadas en su currículum, aunque ello suponga tener que pasar por pagos abusivos, previsiones a largo plazo, o la injusticia de un sorteo. Como siempre, desde aquí les envío mis ánimos, les ratifico mis respetos por la opción elegida y les felicito el logro anticipadamente. Me encanta que todos podamos elegir libremente cómo disfrutar deportivamente de nuestras propias vidas.

En esta misma línea, anuncio que ahora mismo tengo muchas más ganas de “actividades” que de eventos. Con actividades me estoy refiriendo a planes concretos ajenos a organizaciones demasiado formales, es decir: quedadas, asuntos de amigos o familiares, ideas surgidas de la creatividad de personas más o menos conocidas y que no tienen porque alcanzar un formato reglado. Ya otras veces he disfrutado algunos planes así (en especial el año pasado) y por eso sé que en numerosas ocasiones me acaban aportando mucho más que los eventos organizados que obedecen a esquemas de programación habituales y muy repetidos. Pretendo seguir con la bici, con los patines y con el Kayak. Pero no por ello dejaré de lado algunas de mis otras aficiones, en especial el esquí (si el invierno hace por fin acto de presencia) o lo que se tercie. Y entonces ¿de los eventos qué? Pues seguramente pocos, y la mayor parte de ellos de esos que de algún modo supongan ser una primicia para mí. Vamos, que no tengo demasiadas ganas de repetir los ya vividos, y además es que de lo que he ojeado por ahí, los pocos que realmente me apetecen son algunos a los que nunca he podido acudir antes. Pero sin prisas, el tiempo dirá en cuales acabo tomando parte. En relación con eventos y otras actividades, intentaré atender las invitaciones de terceros, las cuales cada año se van multiplicando, y por ello, planteándome mayores dificultades de asistencia. Sé que no podrá ser posible acudir a acompañar a todos mis amigos y sé que lo comprenderán cuando así ocurra. Pero igualmente intentaré hacer lo posible, porque me consta que muchas invitaciones son sinceras y además ofrecen planazos únicos.

Para terminar con este “apartado” sobre las previsiones de la “temporada”, quiero anticipar que ahora mismo mis intenciones me sugieren una clara intención de diversificación ciclista: tengo muchas ganas de probar una práctica retro aún más envejecida, a lomos de lo que entre mis amigos vengo denominando “pionera”. Sobre dicho concepto publicaré un texto específico, pero aquí aclaro que la idea no se refiere exclusivamente a un tipo de bicicleta concreto, sino además a una especie de viaje en el tiempo (lúdico, estético y comportamental), con el que intentaré vivir mucho más de cerca el espíritu y las connotaciones históricas de los pioneros de las “bicicletas de seguridad”. Pero con más fuerza aún que ese propósito, el ánimo me está marcando una nueva dirección ciclista que atender, la del ciclotursimo de alforjas, el ciclismo de viaje y el de autonomía de largos recorridos. Su práctica tiene una pega importante, que no es otra que el tiempo exigido para engarzar algunas jornadas seguidas, pero cuando se consigue… sin duda es lo mejor. Y me apetece mucho. Todo ello: el concepto, la vivencia, el creativo dibujo de las rutas, el tipo de bicicleta idóneo… todo. Así que advertido queda, si alguno anda con ganas de perderse con su bicicleta, puede irse preparando para las “randonnes” que puedan venir (no me estoy refiriendo a “brevets” concretas para meterse en un ranking o conseguir una medalla determinada, sino a viajes de diferentes dimensiones pero con actitud turístico-deportiva).

Un asunto que dejé anunciado, y más tarde corregido, al despedirme hace unos meses, es el de los libros. Gracias a esta dedicación ociosa de la escritura periódica he acabado produciendo tres tomos. Ante el anuncio de una editorial amiga de su intención de publicar el tercero (y quizás posteriormente alguno de los dos anteriores), “secuestré” la inminente salida pública del último y desactivé las de los otros dos. Total, que ahora mismo no puede conseguirse ninguno. Espero poder salir pronto del actual “impasse”. Mi amigo editor ha prometido darme noticias al respecto en breve, y ante las mismas, veremos qué posibilidades se abren e informaré puntualmente cómo queda la cuestión. Sin salirme del asunto librero, tengo otra noticia que anunciar. Se trata de la más que probable, pronta edición ajena, de un librillo modesto sobre una singular carrera ciclista que se celebró en territorio vasco y cántabro en 1903. El texto está escrito e ilustrado con algunas fotos de la época. Ahora mismo se encuentra en las mejores manos, en proceso de encargo de imprenta y pruebas, una vez finalizado el trabajo de maquetación. Esperamos que esté listo para febrero y su sentido principal no es otro que ilustrar la segunda “Rememorativa”, de las que cada temporada se propuso recuperar la Cofradía Velocipédica. Una misión que el año pasado quedó meritoriamente cumplida con la celebración de la “Salamanca-Madrid” (de 1895).

Para despedir este primer capítulo, planteo un programa con el que espero saciar mis habituales tendencias organizativas. Son cinco o seis planes ciclistas, que me gustaría poder sacar adelante para disfrute de aquellos amigos que se animen a participar en ellos. El planteamiento es ambicioso, por lo que no debería sorprender que alguna de las actividades se pudiera caer del cartel. Pero sin ánimo de presumir, tengo que advertir que, por lo general, suelo conseguir hacer realidad mis planes de este tipo de actividades modestas (algo que por otro lado no tiene ningún mérito). Aquí va la lista, los detalles irán apareciendo en un nuevo “espacio informativo” que habilitaré para ello en el blog:

  • “La Montañesa” (4ª edición), como siempre se celebrará en septiembre. Lo que no está fijado es la fecha. Tampoco sé aún si coincidirá con el sábado previo a “La Retrovisor”, porque para ese domingo tengo otros planes largamente aplazados que no quiero posponer más. Seguiremos rodando 100 km, por otras carreteras diferentes y, en esta ocasión, ascendiendo (y descendiendo) tres puertos de mediana entidad.
  • “El Paso de la Vaca Pasiega III” será aún pasiega, creo que por última vez antes de dedicarme a las tudancas o lebaniegas. La celebraremos en julio o agosto como otras veces, con fecha precisa aún por concretar, en función de las agendas de habituales e interesados. Como siempre 100 millas y auténtica dureza de montaña. Este año con una ascensión principal muy sorprendente y poco conocida.
  • Rememorativa (2ª). Antes me he referido a ella. Celebraremos una “segunda edición” del desafío Bilbao-Santander, que supuso la disputa de la Copa Vasco-Cantábrica en 1903. Será un evento al que se asista por invitación, para integrarse en alguna de las tres escuadras previstas (en la edición original fueron dos). En nuestro caso no será competitiva, pero intentará replicar algunas de las circunstancias que se dieron hace más de un siglo. Calculo que a partir de febrero, podré ir dando más noticias y concretando el asunto, que debería celebrarse en primavera, intentando no coincidir con ninguna marcha retro del apretado calendario que hay previsto para esa estación. Unos 110 km sin puertos pero con “rompepiernas” cantábrico.
  • El resto de propuestas ciclistas es nuevo. Lo primero un viaje de alforjas “intergeneracional”. Probablemente tres jornadas, en algún puente de mayo o en verano. Pretendo reunir a algunos amigos y a sus hijos o hijas (en edad y forma física suficiente), para completar un recorrido de gran belleza que organizaremos pernoctando en sucesivas casas familiares de algunos de los participantes. La idea es buscar una disculpa para otro viaje cicloturista y, sobre todo, para animar-iniciar a nuestros jóvenes más cercanos a que conozcan, desde dentro, nuestro amado deporte de las dos ruedas en una de sus modalidades más plenas. No se requerirá bicicleta retro, sino una que permita portar el equipaje básico y con resistencia y desarrollos adecuados para un viaje de tales características (puertos, carreteras secundarias y de montaña, etc.).
  • En una línea parecida, pero con muchísimas más complicaciones organizativas y necesidad de días (5 o 6), voy a intentar organizar un rally ciclista para amigos. La idea se apoya en algunos eventos franceses del pasado, modificada y actualizada para nosotros mismos. No sé si seré capaz de ello, ni si encontraré respuesta alguna, pero como salga adelante… puede resultar fascinante. Algunas de las próximas entradas pueden servir para calentar el ambiente y empezar a crear, entre los potenciales participantes, cierto interés por “otro tipo de ciclismo”. A su debido tiempo daré las informaciones pertinentes, crucemos los dedos. Lo que puedo adelantar es que mi idea de partida es celebrarlo fuera de Cantabria.
  • Sorpresa navideña. Para terminar bien el año, o quién sabe si comenzar de igual modo el siguiente, hace ya tiempo que vengo barruntando la idea de celebrar una reunión ciclista “de día”. Un esfuerzo deportivo invernal, corto pero muy intenso, que finalice con una comida amigable y sirva de divertida disculpa para reunirnos cuando más separados parecemos estar. No doy más pistas porque faltaría mucho para ello y porque aún no estoy preparado del todo para poder lanzarme a organizarlo o anunciarlo. Quizá cuando despida el blog esta temporada que ahora empieza, pueda dejar el recado avisado.

De todo ello iré dando cuenta a su debido tiempo. Para facilitar el acceso a la información práctica de estas actividades de iniciativa propia, a no mucho tardar, pienso habilitar otra página (o solapa) en el blog, en la que quede expuesta, de forma permanente y fácilmente accesible, la información relativa a estas propuestas, que dejarán así de generar una entrada de texto previa específica para ellas en la marcha habitual del blog.

Y para cerrar esté aperitivo de un nuevo ciclo que comienza, me apetece comentar una anécdota reciente que tiene mucho que ver con personas vinculadas al ciclismo en general y a la afición por lo retro o a la historia misma del ciclismo. La propuesta de organizadores y gestores del ciclismo nacional quiso que el Campeonato de España de Ciclocross 2016, se celebrara el segundo fin de semana de enero en Torrelavega. Aprovechando la ocasión mi intención fue acudir a la cita como espectador durante la jornada completa del domingo. Resultó un error dejarlo para tan tarde, porque el circuito y el nivel me hubieran hecho disfrutarlo mucho más de haber asistido también a alguno de los otros dos días precedentes. Y el  error fue doble porque una lamentable noticia, y el entierro que la materializó de forma explícita para mí, hicieron que mi visita a la competición tuviera que resultar forzosamente breve. El acto fúnebre era ineludible y sentido para mí, pues aunque de avanzada edad y en estado de salud delicado, la fallecida era una persona querida y admirada desde mi más temprana infancia. Pero pasando al asunto de las bicicletas, diré que pude echar un vistazo al entretenido circuito, disfrutar del ambiente y asistir a las carreras de cadetes y juveniles. Pero he de reconocer que, aunque mi idea inicial había sido meterme mucho más en el ajo (y en el barro) para acercarme a los recodos más espectaculares del trazado y tomar buenas fotos, todo quedó bastante de lado porque al protegerme inicialmente de la lluvia, acabé felizmente atrapado en las redes de la sociabilidad ciclista. Con el primero que me topé fue con Cundo, lo cual me dio conversación, entretenimiento y... una privilegiada retahíla de encuentros con la leyenda ciclista. De inmediato con Manolo Sainz (historia viva del GD ONCE), con quién disfruté de unos buenos ratos de conversación. Al poco se incorporó brevemente José Antonio Hermida (Campeón del Mundo de BTT en varias modalidades y categorías, medallista olímpico y acaparador de un largo etcétera de galardones del más alto nivel). Y hasta me presentaron más tarde a los dos hermanos Gutiérrez: José Iván (6 veces campeón de España en diferentes modalidades y categorías, excepcional contrarrelojista y plata mundial en dicha disciplina) y David. También apareció por allí mi querido amigo Javier, con quién pasé el resto de mi estancia en el evento, hablando de lo nuestro: bicicletas, familia, aficiones, restauraciones y planazos. Y con él, cuando ya me marchaba, aún nos topamos con el siempre simpatiquísimo  Iñaki Gastón, que también andaba por allí dispuesto a disfrutar del espectáculo.

 
Campeonato de España 2016: La prueba de cadetes en acción. Un cántabro escapado en la primera vuelta y un largo rosario de perseguidores negocian curvas deslizantes.

 
Rodeado por dos auténticas estrellas del ciclismo: Manolo Sainz y José Antonio Hermida).

 
Con Cundo y dos de los numerosos grandes corredores que han salido de sus quehaceres con la base: José Iván y Daniel Gutiérrez.

Las breves horas disponibles, fueron pues aprovechadas a tope por mi parte, y se convirtieron en una especie de calentamiento, lanzadera o espoleta de lo que parece cernirse sobre mi ocio en breve tiempo. Noto que hay mucha gente con muchas ganas. En El pedal Aragonés están dando firmes pasos organizativos hacia adelante para ofrecernos propuestas muy apetecibles; muchos conocidos andan recuperando estupendas bicicletas de antaño, poniéndolas en forma de nuevo; otros ideando viajes o anunciando visitas o asistencias a diferentes eventos o parajes. Surgen avisos bastante fiables de diversos animosos aficionados dispuestos a debutar esta temporada como organizadores de eventos en nuestro país. Me acaban de llegar noticias de Austria de que la cosa está que arde y desde la temporada pasada, además de su fantástica In Velo Veritas, ya han aparecido al menos otras tres citas más. La actividad marcha y en concreto, el asunto del ciclismo retro, parece que goza de muy buena salud y se mantiene en plena expansión.

Así pues, bienvenidos todos de nuevo, y a prepararse para largos capítulos venideros.