jueves, 1 de agosto de 2013

31. CANAL DE CASTILLA



“No obstante no haber madurado los frutos para los que fue concebido, aún con todas sus limitaciones, es indudable que el canal de Castilla es obra de valía positiva y hecho geográfico con el que se tiene que enfrentar aquel, que quiera estudiar la meseta del Duero, al menos en su aspecto humano. Dentro del ámbito castellano constituye un paisaje digno de atención, de contenido y significado geográfico muy expresivo. En el despejado país agrario que cruza, con sus irregulares sotoneras politípicas, fábricas y saltos, marca una huella de acusada humanización del medio que no pasa desapercibida al que lo recorre”.

Juan Bebito Arranz (“El Canal de Castilla. Memoria descriptiva”, 1957)

“Si al azar pones el dedo sobre cualquier punto del mapa de España y luego lo visitas, estate seguro de que encontrarás un cúmulo de historia, arte y vivencias como para, de estar interesado, ocupar el resto de vida en su investigación. Si el lugar es Medina de Rioseco necesitarás varias reencarnaciones”.

Raúl Guerra Garrido (“Castilla en canal”)

Hoy me toca lamentar una pérdida que aunque confirmada hace ya meses, ha sido precisamente en julio cuando más se ha hecho notar. Me refiero al Gran Premio Canal de Castilla (GPCC), evento retro que fue mi primera experiencia cicloturista vintage cuando acudimos allí el año pasado y quedamos prendados de esta modalidad deportivo-cultural-entretenimiento. El hecho es que este año 2013 se ha suspendido. Al parecer por problemas con Tráfico. No sé si los problemas han tenido que ver directamente con la nada multitudinaria ruta clásica o ésta ha resultado sacrificada por la imposibilidad de celebrar el GPCC cicloturista normal, que ese sí que es bastante más masivo. Tampoco conozco las pegas interpuestas por Tráfico, pero imagino que como en la mayoría de los casos, hayan tenido que ver con poca voluntad por su parte, menosprecio a los usuarios de las bicicletas, complicidad en el exagerado culto al coche que sufre nuestro país y cierta tendencia al carácter dictatorial que frecuentemente muestran nuestras normativas y administraciones públicas, supuestamente democráticas, pero que tal y como ya vienen advirtiendo muchos filósofos, sociólogos, politólogos y demás personalidades de reconocido prestigio, están evolucionado demasiado deprisa hacia una realidad muy alejada de la esencia conceptual de la democracia (Sennett, Zizek, Ibsen, Zakaria, Ball, Matlary, Taleb, Sartori, Held…).

El caso es que este año (ignoro lo que deparará el futuro) nos hemos quedado sin el Gran Premio Canal de Castilla Retro. Y eso supone una gran pérdida por varias razones. Primeramente por lo que suponía el evento en sí, y que aprovecharé para explicar en forma de peculiar homenaje al mismo tras mi experiencia del año anterior. En segundo lugar porque queda reducido el panorama nacional e eventos de este tipo, que ya de por sí es bastante escueto. Hemos pasado de tener cuatro eventos (La Pedals de Clip, La Histórica, La Monreal y el GPCC) a tres. Y además los tres supervivientes se celebran en fechas tan cercanas (no obstante apropiadas), que nos dejan con las ganas el resto del año. El GPCC venía a paliar ligeramente este gran vacío, planteándose en los inicios del verano ya consolidado y abriendo un poquito más el ámbito geográfico, de por sí bastante concentrado. En lo que a mí respecta, además resultaba ser la cita más cercana y cómoda de llegar de todas. Actualmente, que sepamos, existen otras dos citas menores (La Marcha Edoardo Bianchi en Zaragoza y la quedada informal “La Montañesa” en Cantabria) pero la primera es (según me comentó uno de los organizadores) una tanteo o experimento muy modesto, mientras que la segunda (que es cosa mía) no puede ser considerada como un evento organizado sino una simple reunión de amigos o simpatizantes. Ambas pueden ayudar a mitigar el gusanillo a quienes allí hayan acudido o vayan a hacerlo, pero no es lo mismo. En definitiva, que la no celebración del GPCC Retro ha supuesto una gran pérdida para los aficionados o practicantes de este tipo de ciclismo creciente en Europa y en el Mundo.

Así que tal y como decía quiero dedicar esta entrada del blog al recuerdo y ensalzamiento del mencionado evento, es lo mínimo que puedo hacer por él. La cita se ubicaba en Medina de Rioseco, localidad Vallisoletana situada muy cerca del límite con la provincia de Palencia. Esto implica necesariamente plantarnos en plena meseta castellana y en un paisaje de campos de labor, antiguamente de trigo, ahora acompañado en ocasiones por los girasoles u otros cultivos extensivos adaptados a climas secos. El territorio se extiende alrededor en forma de llanuras y eventuales elevaciones suaves del terreno. Los bosques no tienen presencia, ni tampoco las montañas o siquiera las colinas. Los colores son ocres o dorados relucientes, las tonalidades variadas dentro de tales gamas, y muy influenciadas por la hora del día, que no tanto por el cambio del clima, que salvo con la aparición de tormentas breves, es poco variable allí, y preferentemente soleado. Como su propio nombre indica, Castilla nos regala con fortalezas, castillos y núcleos rurales o urbanos de origen medieval y rico patrimonio, algo que ya de por sí justifica su visita. Podríamos también hacer exaltación de sus gentes calmadas y poco dadas al conflicto o al protagonismo, de su gastronomía (especialmente la de horno de leña) y ¡por supuesto! de sus vinos: blancos de Rueda y tintos de Ribera de Duero, tan cercanos y tan agradables. Sin embargo, guiado por la denominación del evento, me inclino por destacar al Canal de Castilla, resultado inacabado e infrautilizado de un proyecto histórico de ingeniería civil.

Siento desde hace mucho tiempo cierta marcada debilidad por el Canal. Me gustan su concepto, su ubicación y sus dimensiones. Siempre he envidiado de algunos otros países europeos el poder disfrutar de una amplia red de canales (inexistente en el nuestro), que además de cubrir algunas necesidades públicas y ofrecer también diversos servicios, pudieran haber ampliado su listado de beneficios con la reciente incorporación de una gran variedad de utilidades relacionadas con el ocio y el turismo activos. He recorrido Holanda y Bélgica admirando sus canales, he navegado durante una semana en una “Penichette” (barcaza-alojamiento) por el Canal Nantes-Brest, recorrido parcialmente algunas vías fluviales británicas… y es son planes y entornos que me encantan. La verdad sea dicha, y nuestra orografía presenta más dificultades que las de los países citados u otros no nombrados, pero posibilidades has hay, o mejor dicho las hubo. Lo digo porque apostar por la creación de redes de ese tipo creo que perdió actualidad y justificación de inversión hace ya siglos. Pero la cuestión es que tenemos el Canal de Castilla, el cual dibuja una “y” griega dada la vuelta y acumula 207,5 km de recorrido, 50 esclusas, numerosos puentes, acueductos y algunas dársenas. Toda una consolidada infraestructura de importancia que, bajo mi modesta opinión, está hambrienta de proyectos e ideas (no necesariamente costosos) que sirvan para desarrollar su aprovechamiento activo y dinamizarlo como destino para un turismo diferenciado. Por mi parte lo he visitado en diversas ocasiones y modalidades de disfrute: he rodado en BTT por algunos de los caminos de sirga de su ribera, he visitado esclusas e incluso he sido paseado en bote eléctrico fuera-borda y también he podido deslizar mi piragua por algunos tramos. Pero siempre pinceladas, pequeñas visitas. Aún tengo pendiente un viaje temático, que si bien no tenga porque ser integral, si lo suficientemente amplio y centrado en la esencia del Canal. Varios días de remadas, pernoctas, visitas y lecturas con el Canal de Castilla como eje vertebrador de la experiencia. Un verano gestioné los permisos correspondientes, pero finalmente no logré encontrar el tiempo necesario y no me llegué a embarcar. Pero sé que lo llevaré a cabo más tarde o más temprano y sin duda, será en piragua y con talante de exploración y viaje.

Descubierta mi atracción por el canal de Castilla ¿qué mejor disculpa para visitar Medina de Rioseco, cuando precisamente allí se encuentra la que quizá sea la dársena más espectacular del mismo?. Allí mismo se sitúa el extremo sur del Ramal de Campos y por eso nos topamos con un auténtico puerto en medio de la Meseta.




Esos muelles fueron, justamente el año pasado, el lugar elegido por la organización del GPCC para ubicar la salida y llegada de la ruta Retro, haciendo coincidir ésta última con una concentración de bicicletas clásicas que además de su propio programa de actividades, nos hizo las funciones de público de época en la llegada, para a partir de ese momento compartir juntos el resto del día. El recorrido de la ruta Retro fue muy ameno y agradable. El perfil preferentemente llano, aunque con un par de cortas cotas que ascender. Nos juntaríamos un corto pelotón de unos 40 o 50 ciclistas (quizá algunos menos) y recorrimos con calma el trayecto propuesto, dirigidos y acompañados por algunos organizadores en BTT o moto. La longitud total fue de casi 63 km de los cuales, 23 fueron no asfaltados. Unos pocos por pistas de tierra y la mayoría por los caminos de sirga del Canal, bajo la agradable sombra de las hileras de chopos, álamos, etc. que jalonan todo el curso de agua, y sufriendo la dureza de un firme exigente, con piedras, maleza a los lados y por el centro de la pista, pero realmente excitante, diferenciado y enriquecedor (los asistentes ya sabíamos a lo que íbamos y cada organizador de este tipo de eventos tiene a bien avisar de lo que uno se puede encontrar; al menos de eso me fío yo a la hora de decantarme por una bicicleta o por otras). La parte asfaltada fue ligera, agradable, llevadera y muy representativa de lo que es rodar por castilla. Sol, rectas, horizontes lejanos de campos extensos, etc. Cruzamos algunos pequeños pueblos de interés. En los que las casas se agrupan para darse sombra o calor, según la necesidad estacional, los unos a los otros. También rodeamos el castillo de Montealegre de Campos.

Me llamó especialmente la atención nuestro paso por la localidad de Ampudia, con su castillo y su precioso y tan castellano casco antiguo. Considero que es un lugar que merece una parada pausada y observadora por sus múltiples detalles de interés. Disfrutamos de un excelente avituallamiento clásico, con embutidos y quesos locales, gran variedad de productos apetecibles y buenos vinos castellanos que incluían claretes muy apropiados para una jornada soleada y cálida (aunque no sofocante). La parte del recorrido que transcurría en las inmediaciones del Canal resultó un poco más dura que el resto a causa del traqueteo de las bicicletas. También por el remontar de puentes o esclusas y los cambios de ribera. Se produjeron algunos pinchazos y también hubo quien se animó a pegarse un refrescante chapuzón.

Al finalizar la ruta nos mezclamos con los personajes de “época” de la concentración, que nos esperaban en “meta” (simbólica ya que no se trataba de ninguna carrera, ni apaño competitivo camuflado), cual si de ciudadanos curiosos se tratara ante la llegada de una prueba ciclista de la primera mitad del Siglo XX, época en la que ese tipo de eventos despertaba una gran curiosidad y hasta pasiones, y animaba las plazas y calles de toda clase de ciudades, villas y villorrios a lo largo y ancho de Europa. Una vez todos reunidos, recorrimos pedaleando las calles de Medina de Rioseco, localidad muy hermosa y añeja, que bien merece también una visita. Se la conoce como la “Ciudad de los Almirantes” por la correspondencia instaurada por decisión real entre el título de Almirante de Castilla y el Señorío de Medina de Rioseco, generando una apreciable cantidad e importancia de “almirantes” que se fueron sucediendo en tal privilegio; así que no es extraño que tenga puerto (aunque sea de agua dulce), unos dulces llamados pasteles de Marina (aunque tal denominación no tenga nada que ver con el mar) y algunos otros rasgos relacionados con la navegación. Una de sus calles principales resulta especialmente acogedora, llena de soportales, muchos de los cuales albergan animadas tabernas y bares. Es rica en edificios religiosos con antigüedad y gran valor arquitectónico, preferentemente góticos, y entre otras muchas joyas conserva tres ejemplares de las ocho puertas medievales de entrada que permitían el franqueo de la muralla que rodeaba la ciudad. La jornada ciclista la acabamos comiendo todos juntos en un restaurante del lugar. Allí hubo risas y camaradería, e incluso una visita final a un “museo particular”, en los garajes de un participante de origen suizo y residencia local, que alojaba un contenido impresionante de motos, bicicletas, artilugios  y coches de época.

 Transmisión tipo cardan.



Nosotros fuimos de víspera, aprovechamos para hacer un poco de turismo. Myriam asistió como dama clásica a la concentración y yo como deportista (ciclista) retro a la marcha. Cada cual disfrutó de lo suyo a lo largo de la mañana y ambos nos sentimos bien integrados pese a ser la primera ocasión en vivir algo así. Allí nos quedó claro que dada la peculiaridad de este tipo de eventos (requiere cierta afición e interés por lo vintage o por las bicicletas antiguas, etc.), los participantes somos gente predispuesta a entablar relaciones y a acercarnos e integrarnos con aquellos desconocidos que sabemos cultivan intereses similares. Personalmente, además de la ruta, el recorrido, el pedaleo y todo lo social, disfruté mucho de poder admirar bastantes bicicletas de muy diferentes épocas y de poder ver soluciones “técnicas” y de restauración, ingeniosas y creativas. Precisamente para eso resultan sumamente enriquecedores todos los ratos previstos en las concentraciones.


A partir de entonces hemos coincidido con algunas personas en diferentes eventos posteriores, tanto de marchas como de concentraciones de época o “tweed rides”. Alguno me ha conseguido zapatillas de corredor de cuero negro de las de antes, otros nos han dado consejos o compañía y dos paisanos: de Pámanes y de Liérganes, muchas risas y algún encuentro casual posterior (son los principales protagonistas del vídeo que os enlazo).



Aquí me despido, lamentando una vez más la pérdida y expresando mis deseos de que el evento se restablezca, para que aquellos aficionados que no lo hayan podido disfrutar anteriormente puedan hacerlo, y los que si lo hicimos, tengamos oportunidad de repetir. El Canal de Castilla se lo merece, eso y mucho más. Es un enclave y una infraestructura que tenemos que aprender a aprovechar, disfrutar y proteger entre todos. Por otro lado, imaginad si la visita me mereció la pena, que tan sólo después de haber disfrutado de ella es cuando empezó a gestarse en mi cabeza la idea de la Challenge Retro 2013. Se lo debo. Sin la existencia del GPCC Retro 2012, probablemente no hubiera vivido y gozado de una experiencia como está que tantas satisfacciones me está dando a lo largo de todo el año. Y tú, vosotros… no estaríais leyendo nada de esto.

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