jueves, 28 de marzo de 2013

13. MANCHESTER

“¿Carreras masivas? una excrecencia superflua […] Velocistas solitarios rindiendo magníficamente, sin obstrucciones, sin multitudes que les obstruyan o les procuren ofensa alguna. No me puedo creer que nuestros rodadores quieran alterar todo esto para hacer una fiesta al estilo de la Isla de Man”

Frederick Thomas Bidlake 1867-1933(Road Racing Council)

Lo que las distinguía de las carreras (¿sin ritmo?) anteriores era que los corredores salían a intervalos de dos o tres minutos en orden opuesto a su hándicap, el más rápido primero. Rodar en compañía no estaba prohibido, pero era muy raro que ocurriese. Aquello pudo entonces resultar muy similar a las carreras contra-reloj tal y como las conocemos ahora”.

Les Bowerman

“Las carreras agrupadas son una utilización absolutamente egoísta e irresponsable de las carreteras; la política del Consejo es que todo ese tipo de carreras deberían ser detenidas; los cabecillas y sus asociados de la British League of Racing Cyclists tienen únicamente intereses financieros como motivación; intereses comerciales insospechados y periódicos han estado dando una imagen distorsionada de las carreras de ruta; las carreras de ruta de la BLRC violan todos y cada uno de los principios del amateurismo limpio, la autenticidad y la consideración hacia la seguridad pública”
Road Time Trials Council, comunicado de 3500 palabras: “Declaración del Consejo sobre la Amenaza de las Carreras de Salida Masiva en la carretera”. 1951
 
Bernat López es un “micro-editor” al que tenemos que agradecer el haberse aventurado, en estos tiempos difíciles para ese gremio, a poner en marcha y acumular títulos en una línea editorial dedicada completamente a los relatos ciclistas, entre los cuales abundan los de épocas clásicas o pioneras. Comienzo hablando hoy de él, porque en la introducción del libro “Inventando el ciclismo. Charles Terront y la primera París-Brest-París”, este editor explica muy bien la razón de porqué en la Europa Continental (en especial Francia, Italia, España, Bélgica, Holanda, Suiza, Alemania…) el ciclismo de competición ha venido marcado, a lo largo de la mayor parte de su historia, por las grandes vueltas como referencia hegemónica y si acaso por las clásicas legendarias en un segundo plano;  mientras que en Gran Bretaña, la mayor parte del desarrollo ciclista de competición estuvo siempre vinculado a la pista.
La razón no es otra que cierta regulación de tráfico británica, aparecida en 1890 que prohibió las carreras en línea por carreteras y no fue derogada hasta después de la 2ª Guerra Mundial. Esto explica en gran medida su manera de entender el ciclismo, su tradición y cultura competitivas, y probablemente, la escasez de representantes británicos entre los puestos más destacados (hasta épocas muy recientes) del panorama internacional del ciclismo de ruta. Todo ello precisamente, cuando nos estamos refiriendo al país más representativo de la revolución industrial, y uno de los dos (el otro fue Francia) en los que el desarrollo inicial de la fabricación de bicicletas fue mayor.
Esto viene a cuento, porque estoy apunto de trasladarme a Inglaterra para participar en el primer evento de la Challenge Retro 2013: la Pendle Witches Vintage Velo (versión Trial). Evento y viaje de los que daré cumplida cuenta en este blog a mi regreso, probablemente con un retraso de una semana, precisamente porque el viaje en cuestión me ocupará un fin de semana más largo de lo habitual. Por el momento, y quizá haga de esto una costumbre a lo largo de la temporada, la entrada de hoy va dedicada a hablar de Inglaterra y su ciclismo, a modo de anticipo y siempre bajo el sesgado punto de vista de mi personal opinión.
A la hora de decidir qué bicicleta me voy a llevar para allá, eché un vistazo al recorrido de la ruta, que ellos califican de montañoso o “colinoso”. En especial porque durante dicho recorrido, sobre el resto de variadas ascensiones y descensos, destaca sobre manera la ascensión al “Nick of Pendle”, que es una subida conocida y “reconocida” por toda la afición ciclista británica y o en vano se han celebrado allí más de un campeonato británico de montaña. Lo que no me cuadraba es que por más que yo miraba el mapa, sus cotas y distancias, no me salían las cuentas de estar ante un gran puerto de montaña, así que busqué posibles altimetrías. Y ¡sí! efectivamente aparece en la mayor parte de las publicadas al otro lado del Canal de la Mancha, las cuales corroboran mi apreciación inicial, y el hecho de que según parece, lo que aquí entendemos por puertos de montaña y a lo que ellos se refieren por allí, son terrenos muy diferentes. Según parece el tal “Nick of Pendle” es una tachuela de menos de 3 kilómetros de largo por la vertiente norte (nuestro descenso) y menos de una milla por el lado que la subiremos. Eso sí, hay discrepancia de referencias en cuanto a su porcentaje que varía entre el 6 y 16% (hay quien menciona incluso de algún pequeño sector del 25%; espero que eso sea un error… más me vale con los desarrollos clásicos que voy a llevar). Esta aclaración ni mucho menos trata de menospreciar su orografía o su criterio de dificultad. Lo que busca es demostrar, una vez más, que las interpretaciones británica y europea del ciclismo agonístico son muy diferentes. Según parce fue Chris Boardman en 1988 quien batió el record de la ascensión fijándolo en ¡3 min y 29 segundos! con una bicicleta de piñón fijo. Lo dicho, un auténtico desparrame de explosividad anaeróbica láctica, frente a los alardes de largo trabajo a intensidad de umbral anaeróbico necesarios en nuestros puertos de 7, 10… 20 kilómetros de distancia, que recorremos por aquí. Pues eso, dos ciclismos muy diferentes. Ya os contaré si se me atraganta el “cuestón” y tengo que echar pié a tierra a causa del 42x23. Al menos me consuela saber que tendría que ir andando pocos metros.
Sin embargo el ciclismo británico siempre me ha fascinado por su manera de entender el cicloturismo de alforjas. En eso me considero más “British” que “Spanish”. Desde hace muchos años me han encandilado sus Raleigh, Dawes, Pashley, etc. bicicletas robustas y equipadas con todo lo necesario para rodar por carreteras (buenas, malas o sin asfaltar) y cargar con el equipaje necesario para viajar varios días de forma autónoma, práctica, elegante y eficiente. Siempre me he quejado de que fuera raro poder adquirir ese tipo de bicicletas en España, aunque yo me moría de envidia al verlas descender del Ferry que une Plymouth con Santander, conducidas por los turistas más aventureros y alternativos de las islas. Pero de su cicloturismo me gustan no sólo sus bicicletas, también la filosofía en sí. Lo que significaba clásicamente salir a rodar por el campo, ha supuesto para mí durante muchos años, el icono de mi manera de entender el ciclismo más placentero de todos, y para evitar aburriros con mis palabras, os remito a un documental que en dos partes recrea una actividad del CTC (Cyclist Touring Club) allá por los años 50. Después de las "pelís" continuo con el relato.


 
 

 
 
Esto me recuerda la que ha sido hasta ahora mi única experiencia ciclista en Gran Bretaña. Pero todo hay que decirlo… ¡una maravillosa experiencia! El 17 de julio de de 1990, tras empaquetar todo el equipaje sobre mi Razesa de corredor del 84, pedaleé por Santander hasta embarcarme en el ferry “Bretagne” rumbo a Plymouth. Este viaje en solitario me llevó por el suroeste de Inglaterra, todo el país de Gales y un amplio sector del noreste inglés, hasta finalizar en otro ferry rumbo a Rotterdam el 8 de agosto (pero esa es ya otra aventura…). El caso es que alternando algunos enlaces en tren y 1150 km a pedales, me llevé una variada y muy satisfactoria imagen de aquel territorio, en especial de su entorno rural, costero y algunas de sus ciudades menos industrializadas (Bath, Chester, Exeter…). La experiencia fue algo que no dudaría en repetir. Por entonces mi juventud me permitía ascender colina tras colina con aquel desarrollo excesivamente duro, y unas cubiertas de ciclo-cross me ayudaron a solventar sin problemas algún que otro paso o enlace delicado, hasta dar con recónditos y paradisíacos “Youth Hostels”. La gente de los pueblos y los pubs me recibió y atendió maravillosamente, y mi conocimiento práctico y real de la lengua inglesa subió muchos (y necesarios) enteros. Esta vez el motivo y duración del viaje son completamente diferentes, pero no así las expectativas con respecto a los lugares y personas que espero encontrarme.
 
 
 
De la zona a visitar no puedo decir gran cosa, será una breve estancia en Manchester (lo justo para conocer un poco la ciudad) y un recorrido de tren y bicicleta por el Condado de Lancaster (Lancashire) y sus montes Peninos (supongo que cerca del famoso sendero de largo recorrido Pennine Way). Ambos entornos geográficos serán, por fortuna, nuevos para mí. Ya os contaré al respecto en la siguiente entrega.
De Manchester tengo las referencias futbolísticas vulgares: que si el City y el United, y el mítico entrenador Sir Alex Ferguson, de cuyo aspecto me desagrada sobremanera que siempre aparezca mascando chicle. A pesar de ello no voy a desmerecer su espectacular palmarés como entrenador, aunque me resulte algo monótono comparado con el Vicente del Bosque, quién pese a tener menos ligas nacionales y de campeones, las ha conseguido entrenando durante pocos años en algún equipo europeo potente y después “se ha salido de la tabla” con la selección nacional. Quizá es que mi simpatía futbolística por Manchester se vea mermada porque siempre, dentro de lo británico, me consideré hincha del Liverpool (meras coincidencias cronológicas imagino: cuando he seguido un poco el fútbol de allí habrá coincidido que le iban mejor las cosas a los de Keegan o Daglish). Ahora bien, si me permito hablar de fútbol tan alegremente, es que algo sé del tema. Aunque lo siga mucho menos que la mayoría de los aficionados, mi visión es profesional. Además, algunos de los futbolistas a los que tuve la suerte de entrenar, como preparador físico, llegaron a  conseguir títulos con selecciones españolas “sub”, y un par de ellos, jugaron en el Real Madrid y la Selección Española. De todas formas, quizá este viaje relámpago sirva para encontrarme con el fútbol local, algo que espero hacer en cierta medida ya que mi actual desempeño laboral incluye, entre otras funciones, la de docente y tutor de grupos de alumnos que estudian para titularse como entrenadores de este deporte. Además, tengo que reconocer que siempre he sido un gran admirador de muchos de los atributos que caracterizan a la Premier League (exceptuando el fenómeno sociológico de los hooligans evidentemente), y como buen cantábrico que soy, no puedo negar el verdadero origen de nuestro fútbol… “Sporting” de Gijón, “Racing” de Santander y  “Athletic” de Bilbao no pueden camuflar sus orígenes. Tan sólo se echa de menos que no hubiera aparecido algún “Celtics” gallego.
Por lo demás espero reconocer lo que fue la cuna de la industrialización mundial, visitar alguno de los puntos de interés de la ciudad y tratar de recordar la música de Simply Red o los Smiths (sé que hay un mucho más amplio abanico de grupos y músicos modernos de prestigio surgidos de la escena musical de Manchester, pero casualmente no están entre mis mayores devociones) y pensar en qué le pudo haber sugerido esta ciudad a Anthony Burgess para ocurrírsele la idea de “La Naranja  Mecánica”, aquella historia tan impactante que llevó al cine Stanley Kubrick. Como ha quedado comprobado poco sé de esta ciudad, pero espero que su ladrillo rojo, los vestigios de su pasado, su canal, su biblioteca, algún museo, la atmósfera de sus gentes y sus pintas de cerveza me hagan profundizar más en su conocimiento, de forma que llegue a convertirme (a minúscula escala) en un embajador informal más de la misma. Respecto al Condado de Lancaster, no tengo dudas: la campiña inglesa, sus colinas y sus pubs jamás me han defraudado. Todo ello si sobrevivo al frío, al adverso clima invernal y a la “tuerca” del pedaleo inglés.
En esta ocasión viajo sólo. Tanto en la participación ciclista como en el traslado propiamente dicho. Es algo que no me preocupa, ya que la experiencia me dice que el hecho de acudir sólo a eventos o lugares desconocidos, favorece mucho los procesos de integración personal en los mismos. Seguro que los autóctonos me facilitan las relaciones. Además confío en la ayuda y simpatía de Sean (organizador del evento), quien hasta el momento me ha atendido muy amable y eficazmente a través del correo electrónico, y a quien ya estoy deseando conocer personalmente y estrechar su mano.


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