viernes, 8 de marzo de 2013

10. MUTANTE

“Todo parece indicar que el misterioso mecanismo de creación que se aplica tanto a la ciencia como al arte nace de relacionar dos fenómenos aparentemente inconexos; y cuanto más inconexos aparecen, más imaginación hace falta para descubrir una afinidad oculta, y más original resulta la creación”.
 
O. TUSQUETS (“Todo es comprable”)
 
 
Me declaro mutante. En el sentido que Alessandro Baricco en su libro “Los bárbaros” explica sobre los cambios que actualmente se están produciendo en la humanidad (ya lo cité como encabezamiento de alguna de mis entradas pasadas). En pocas palabras alguien que según en qué aspectos de la vida podría ser considerado un claro exponente de la innovación y el cambio (“un bárbaro”) o un defensor de la tradición (“un civilizado”). Como muestra de ello hoy me voy a entretener en un estúpido juego de niños. He decidido hacer un par de listas, de diez objetos, cuestiones, asuntos o temas cada una, en las que mis preferencias se decantan más por lo moderno y por lo antiguo. Para completar esta reflexión superficial, incluiré también otra lista de cinco cuestiones de difícil elección (para mí), además de finalizar con un pulso sobre un par de “debilidades” de tecnología ciclista.
 
Culto a la capacidad de innovación del ser humano:
1.     Internet, por encima del resto de medios de comunicación, información, tecnología de ayuda al trabajo colaborativo, etc. Reconozco que aunque me pudieran agradar o simpatizar nostálgicamente otros recursos, este avance está suponiendo una revolución humana total, con innumerables bondades y avances, tanto tecnológicos, como de acceso horizontal, libertad, comunicación masiva, etc. Una verdadera “pasada”.
2.     El goretex. Toda la historia de la Humanidad ha hecho falta para diseñar un tejido ligero que permita transpirar suficientemente y a la vez impermeabilizarnos y protegernos del viento. Me confieso un fan incorregible de este tejido, tanto para ropa deportiva como de “vestuario civil” en calzado, prendas exteriores, guantes, etc.
3.     La tecnología de la fotografía. Pese a haber sido un gran aficionado a la fotografía en los tiempos de las diapositivas y los revelados, y conservar varias cámaras clásicas, tengo que reconocer que el soporte digital ha mejorado enormemente su calidad, su ligereza, su sostenimiento económico, su versatilidad, etc. Ha multiplicado por no se sabe cuánto la cantidad de disparos e instantáneas que llegamos a capturar. La única pega que remotamente podría encontrar, es que en la actualidad miramos menos nuestras propias fotos, las cuales, en muchos casos, dejamos que se olviden en los laberínticos directorios de nuestros discos duros.
4.     La medicina (no necesariamente el sistema sanitario que precisamente ahora está viéndose limitado en prestaciones y atención), sus avances, su tecnología y sus descubrimientos, sus tratamientos anti-dolor, etc. Afortunadamente este es un campo que no para de avanzar y quiero pensar que siempre mejorando.
5.       La tecnología GPS como medio de orientación en la naturaleza. Incluyendo los dispositivos personales asequibles para el gran público, que obtiene con ellos una notable facilidad para el control de sus propios recorridos por entornos naturales. Otros, imagino le darán más importancia a su uso en el coche. No es mi caso, yo donde lo utilizo, disfruto y valoro es en la montaña, los bosques, etc. De todas formas permítaseme un consejo: conservar y mirar los mapas nos aporta una imagen y percepción de conjunto que rara vez asimilamos con la utilización exclusiva del GPS.
6.       El material deportivo en general. Cada vez más ligero, con propiedades dinámicas mejor adaptadas a los deportes para los que se fabrica. Con diseños mejorados, reductores de los riesgos de lesiones o patologías específicas. En cuanto a la evolución estética de los mismos, pues bueno, en eso… hay luces y sombras, como en la moda.
7.       El ordenador personal, que me ha cambiado la vida disparando exponencialmente mi productividad laboral, creativa, lúdica, de ocio, etc. La constante aparición de todo tipo de herramientas de trabajo, la velocidad de procesamiento de datos, la progresiva accesibilidad a los programas, etc. Me parece un avance impresionante al que me sumé, considero que con bastante prontitud, y en el que sigo pendiente de actualizarme constantemente.
8.       Los derechos de las personas, que aún con importantes lagunas geográficas y conatos de amenazas actuales (incluso en los países más desarrollados y avanzados - Europa), probablemente nunca han estado más respetados que en la actualidad.
9.       El lavaplatos. Típico electrodoméstico que permite  eludir con eficacia (la aspiradora en este sentido deja bastante que desear) una tarea doméstica obligada y diaria (incluso en ocasiones, para familias numerosas como la mía, puede que más de una vez al día). No le encuentro ningún encanto romántico al ponerme a fregar vajillas sucias en el fregadero, con sensación de derroche de agua, desperdicios en ocasiones poco agradables, riesgos de colapso de tuberías y … dolor de riñones por la forzada posición aerodinámica (cual triatleta sobre acople) que algunos fregaderos demasiado bajos me obligan a mantener.
10.   ¡He visto la luz! Hasta ahora parece comprobado que las compañías fabricantes de bombillas han estado estafándonos a todos los consumidores, fabricando lámparas con fecha de fallo bastante bien programada, aún sabiendo fabricarlas con duración mucho mayor por el mismo coste (y quizás hasta menor). Una de tantas en este mundo en el que se premia la especulación en vez de perseguirla legal y moralmente. Pero de lo que quiera hablar es de algo mucho más concreto para todos los que hacemos deporte al aire libre: me refiero a la espectacular mejora que ha supuesto la aparición de la tecnología LED para el alumbrado portátil. Ya sea con frontales, luces para bicicletas, etc. Estas lámparas duran muchísimo más, alumbran infinitamente más y gastan bastante menos batería que todo lo que había hasta ahora. Gracias a ellas la espeleología ha abandonado por fin su carburo, los ciclistas pueden rodar mucho más seguros y mucha gente podemos plantearnos aprovechar la noche, los madrugones o los finales del día para rodar, correr, caminar, pedalear, patinar, remar, etc. Un cambio francamente importante y sin “peros” añadidos de “tapadillo”.
“Cualquier tiempo pasado fue mejor”… ¡No! Cualquiera no, alguno en concreto.
1.       El cine, en concreto el cine de los años 50-60-70 tanto en los géneros del Western, como bélico, musical, de aventuras, etc. Sigo prefiriendo las películas de John Ford, Alfred Hitchcock y tantos otros, sobre las modernidades efectistas de las 3D, las escenas exageradamente increíbles, excesivamente rápidas y los guiones desestructurados o incoherentes. Pero, sobre todo, me parece de un orden superior la filmación de escenas reales o con elaboradas maquetas, que el exceso de “copiar y pegar” del que el cine actual abusa para acumular caballos, soldados, barcos o lo que sea que haya que colocar en gran cantidad para una escena.
2.       Lo siento por la mayoría, me van ustedes a perdonar, pero me quedo con mi cafetera italiana “unidosis” bien gastada, mil veces antes que con la superventas máquina “nespresso” (o como se llame). Me gusta más el café que me hace la primera (lo he comprobado muchas veces ya, me ajusta mejor la dosis, me sale mucho más barato y me permite seguir fiel al placentero protocolo que me supone el prepararme un “cortado” (mi único café del día) de sobremesa, antes de acometer las, la mayor parte de las veces, poco apetecibles tareas de las primeras horas de la tarde.
3.       La “desmasificación” de gente. A ver si me explico. Me da la impresión, al menos cuando comparo mi vida cotidiana actual con los recuerdos que conservo de épocas anteriores de la misma, que antes no me encontraba las masificaciones de gente que sufrimos ahora. La estación de esquí más cercana que tengo, las playas de mi municipio, las tiendas, la montaña, los medios de transporte, los eventos apetecibles, las exposiciones… ¡tantas cosas! Antes podías disfrutar de la mayoría de esos lugares o situaciones con cierta o mucha tranquilidad, algo que ahora en demasiadas ocasiones resulta imposible. Tanto es así, que a algunos de estos placeres decido no acudir, en según qué ocasiones, porque no me compensa vivirlos en régimen de multitud desmesurada. En otras muchas circunstancias incluso no tienes ni opción de acudir o participar, salvo que lo reserves o te prepares con una antelación irracionalmente anticipada. Lo siento, no me gustan nada las aglomeraciones ni las colas.
4.       El tráfico. Tiene mucho que ver con lo anterior, actualmente se ha masificado tanto que es más peligroso, pese a los avances en seguridad vial. Pero es que además es infinitamente más aburrido, porque la mayor parte de las veces vamos estabulados en carriles paralelos unidireccionales bastante ocupados. Otras veces (demasiadas) nos vemos atascados o retenidos. El aparcamiento de antaño (pronto y cerca del destino urbano o rural) hoy en día es impensable en la mayor parte de las ciudades y algunos parajes. Y si algún día circulas por una carretera disfrutando del paisaje, cada vez tienes menos posibilidades de encontrar línea discontinua para adelantar a un tractor, camión o vehículo exageradamente lento para tu ritmo de conducción, aunque este sea moderado. Vamos que en mi caso particular (un ex - aficionado a los rallyes y al slot) la conducción en coche ha pasado de ser una actividad habitualmente placentera, a una rutina pesada, en ocasiones exasperante y prescindible. Un inciso: de todas formas creo firmemente que hay que ir sacando cuanto antes los coches de los núcleos urbanos, eso sí, con servicios sustitutivos eficientes, sanos y agradables.
5.       Ahora un asunto que me duele de verdad: las verbenas populares. Antes tenían un ambiente rural característico, con música en vivo de todas las épocas, pero con un repertorio preferentemente marcado por los pasodobles, twist y demás estilos de la música “popular”. Aquellas en las que la gente bailaba, charlaba, se veía la cara, etc. Ahora han sido sustituidas en la mayoría de los pueblos por festejos estandarizados en los que la oferta sonora se presenta en dos posibles opciones: a) un enorme camión se transforma en escenario multi-efectista en el que el noventa por ciento de la música se corresponde con ritmos caribeños o centro-americanos (merengues, cumbias y demás), consiguiendo que sólo se animen a bailar los “especialistas” que cada jueves se citan en los bares o academias dedicadas a la enseñanza de tan empalagosas melodías (me cuesta especialmente digerir esta tendencia cuando me encuentro en fiestas populares “montañesas”); b) “macro-discoteca” cientos de adolescentes se adocenan en una oscura explanada mientras un “pinchadiscos” con afán protagonista y pretensiones de gran estrella musical, los agrede ruidosamente con constantes secuencias de “bases”, mezclas y distorsiones entre las que de vez en cuando parece reconocerse algún soniquete. Esta opción, ha conseguido eficazmente desterrar de la zona de baile al resto de generaciones y franjas de edad.
6.       Otro asunto que en mi opinión ha ido claramente a peor es el trato con los proveedores: compañías eléctricas, telefónicas, del gas, de transportes, etc. Antiguamente llamabas por teléfono o te personabas en las oficinas y tratabas con alguien de la compañía y con mayor o menor acaloramiento mutuo, zanjabas la cuestión o el problema. Ahora no, ahora no hay oficina física a la que dirigirse, y el proceso de reclamación o solicitud de información se convierte en un incoherente peregrinaje telefónico o de pantalla a través de innumerables filtros y subcontratas que nunca dan solución a la particularidad de tu caso y que se desvían e inculpan unos a otros, de forma que finalmente no des con el objetivo de tus intenciones. Sinceramente creo que las leyes actuales no regulan este problema correctamente y en demasiadas ocasiones estamos indefensos ante el nudo gordiano de subcontratas anidadas.
7.       Este punto, si cabe, es aún más personal que los demás. Y es que voy a hablar de ropa. De ropa de vestir. De caballero para más señas. Seré muy breve, me gusta más la pana, la lana, el tweed, los tejidos austríacos, la piel, la franela, el algodón, el lino… y el corte clásico de la ropa que hace años se consideraba elegante, que la mayor parte de diseños modernos que las multinacionales de ropa intentan “colocarnos” temporada tras temporada. ¿Os habéis fijado en que siempre hay algún diseñador que hace desfilar a alguno de sus “figurines” con faldas para ver si cuela? He dicho que sería breve, no soporto llevar los pantalones bajados (me parece ridículo y antiestético) y prefiero las viseras clásicas europeas que las gorras de beisbol americanas.
8.       Y ahora polémica. Entre los productos tradicionales de la tierra o los platos caseros de toda la vida y la “nueva cocina”, me decanto, de largo, por lo primero. Pero vamos, sin dudarlo. No le hago ascos a nada, me gusta mucho comer, disfruto con ello y estoy abierto a novedades, pero a la larga la experiencia me va ratificando mi afirmación inicial. Además, la cocina tradicional suele ir emparejada con la generosidad de las raciones, mientras que la “nueva cocina” hace una interpretación muy sesgada del concepto de minimalismo que en ocasiones se podría traducir por ruindad.
9.       Imagino que respecto a la calidad del aire estemos todos de acuerdo: hace años no parecía preocupar tanto el efecto invernadero (o ni se había estudiado), la polución de las grandes ciudades, etc. Puede ser que haya habido fluctuaciones de los datos en las últimas décadas, pero en cualquier caso, la modernidad parece mostrarse mucho más sucia (refiriéndonos a la atmósfera) que el pasado.
10.   La cortesía (la “buena educación”). Este es un concepto, una percepción, quizá un ideal que en demasiadas ocasiones echo de menos. Creo que hay demasiada gente soez, vulgar y maleducada, y pienso además que en los tiempos que corren está de moda manifestarse de forma explícita, ruidosa, evidente y ostentosa cuando se es así o se quiere ser así. Es algo lamentable, que además poco tiene que ver con las clases económicas, algo con los estratos sociales desde una perspectiva cultural y mucho con los diferentes modelos familiares y educativos. La cuestión es que desde mi punto de vista, bajo mi interpretación de lo que percibo actualmente y de lo que recuerdo de cuando era niño y joven, me quedo con los modales de antes sin dudarlo. Y me refiero con ello a los de todas las clases socioeconómicas y todas las edades.
Algunas cuestiones difíciles de resolver:
1.       Los soportes musicales. Ya sea como intérprete o cantante, no se puede contar conmigo. No tengo ni idea, soy nulo, inoperante. No recibí formación alguna en ese sentido, y aunque me encantaría ser capaz de hacer un poco de música, no soy capaz. Sin embargo toda mi vida he sido muy aficionado a escucharla, en vivo y “enlatada”, además de estilos muy diferentes: clásica, lírica, rock, country, jazz, étnica, folk, etc. Y tanto me gusta que he coleccionado bastante música a lo largo de mi vida, lo cual me hace poder comparar soportes. Y la verdad, en esto me cuesta decidirme. Casi todos tienen pros y contras. Para descartar alguno de salida, no tengo problema: las casettes, que se rompían e iban perdiendo calidad a medida que “hacían kilómetros”. Descartar los “LPs” de vinilo me cuesta un poco más porque nada los ha superado como concepto integral de álbum con sus carpetas, letras, etc. Además me sigue agradando la liturgia de ponerlo sobre el giradiscos, buscar cortes, darle la vuelta… incluso el sonido me parece más envolvente, más cercano y hogareño (aunque esto quizá sea un chorrada nostálgica). Pero hay un fallo importante: los discos se estropean con facilidad, acumulan polvo, se saltan y se rayan. A día de hoy mi preferencia son los “CDs”. Son super-fiables, fáciles de grabar, copiar, mezclar, etc. suenan muy bien y se reproducen fácilmente en muchos dispositivos. Pero resulta que ya no son modernidad. En dura pugna con ellos están los “MP3”, es decir un tipo de archivos que utilizo más para trabajar que por placer. Está bien porque “aligeran” la carga de datos y no parece notarse su pérdida de calidad, lo que me pasa es que me da mucha pereza andar gestionando archivos, descargando de la Red, preparando las recopilaciones, etc. Así que hoy por hoy, para mero disfrute, me quedo con el “CD”. Finalmente, lo que no soporto y me parece una imbecilidad es andar con el móvil escuchando “politonos” o música directamente por el altavoz del móvil, que por muy “inteligente” que sea (discrepo rotundamente), suena como un juguete con chip. Aunque no venga al caso directamente finalizo la cuestión declarando que prefiero siempre escuchar música de los altavoces que con cascos.
2.       Ahora toca hablar de motos. Tengo una BMW bastante moderna y estoy encantado con ella. Me pasa como con las bicis, me duran muchísimo, en casi 30 años he tenido cuatro motos diferentes. Aquí he de decir que en lo que se refiere a tecnología “ciclo”, frenos, motores, etc. si se quiere tener una moto, esta ha de ser actual, moderna y de calidad (mi estilo es de viajeras no super-pesadas o de “maxitrail” para carretera; no quiero saber nada de “Rs”). Sin embargo, si me pudiera permitir el lujo, el gasto, el tiempo y el sitio para una segunda moto, tercera y así sucesivamente, estas serían todas clásicas: una bicilíndrica inglesa, una Harley-Davidson con solera, un BMW “bóxer” sin inyección o una Vespa. Me encanta su estética así como la velocidad natural que te piden cuando vas de paseo mirándolo todo.
3.       De libros, autores, editores, libreros y demás elementos relacionados con ese mundo podría escribir largo y tendido. Conozco algunos “ejemplares” (en el buen sentido) de cada apartado citado. Pero claro en esta larga entrega de listas, sólo opinaré sobre el puro soporte: ¿papel o “ebook”?. Bajo mi punto de vista el papel para el placer y el “ebook” para el trabajo. En el electrónico almaceno, leo y transporto archivos de lecturas relacionadas con mi trabajo, con mis estudios o con mis modestas investigaciones. Sin embargo, la mayoría de las novelas, ensayos o libros-objeto que leo por placer, ocio o cultura, los compro en papel. Aún me resulta mucho más cómodo y agradable, además puedo “meter” el lápiz para mis particulares anotaciones y doblar sus esquinas. Incluso algunos poquitos, los tengo dedicados por sus autores (puro fetichismo, lo sé).
4.       La popularización de la práctica deportiva. ¡Hace falta ser estúpido! En qué lío me acabo de meter. Si me dedico profesionalmente a la formación de técnicos deportivos, a la Educación Física y al entrenamiento de deportistas, cómo voy a tirar piedras contra mi propio tejado. Es decir ¡está claro! bienvenida sea la popularización de la práctica deportiva. Además, es que es un valor (la práctica sana y feliz) que intento transmitir como educador. Sin embargo he de reconocer que aquí soy un poco esquizofrénico y conservo un “lado oscuro” interior en el que lamento que determinadas actividades deportivas (como el esquí por ejemplo, y algunas otras…) se estén desvirtuando, se estén echando a perder (bajo mi personalísima óptica) o se estén poniendo incomodísimas por culpa de la masificación. Afortunadamente el surf no me ha acabado de enganchar, porque me empiezan a dar pena sus practicantes más longevos, tal y como se están atiborrando las playas de nuevos “surferos”.
5.       Acabo esta lista hablando de un tema mucho más profundo y amplio: el desarrollo. No el de la bicicleta, sino el del mundo o los países. Ese desarrollo que aún se empeñan demasiados en interpretarlo como siempre creciente y acelerado, a causa de lo cual tantos problemas tenemos hoy en día. No es este lugar para debates extensos y profundos, por lo que me limitare a decantarme, así sin pulir, como defensor de un desarrollo moderado, calmado, sostenible (pero de verdad) y en el que la ciencia, la cultura y el humanismo primen sobre lo económico y lo productivo. Con tal declaración ya habré conseguido que la mitad de los lectores me odien, critiquen o dejen de leer. Sería excesivo por su parte, si como he dicho, no hay sitio aquí para posibles matizaciones.
Y de bicicletas ¿qué?
Lo siento, mil perdones. Hoy el texto no era de ciclismo, siento que si alguien ha leído todo hasta aquí con la esperanza de encontrar algo al respecto, se haya quedado defraudado. Eso ya no tiene arreglo, aunque me animaré a incluir una mínima compensación: de la tecnología ciclista lo que más me gusta de la actualidad son los desarrollos disponibles para carretera. Sea mediante “compact” o con triple plato, la verdad es que es un alivio y una garantía para poder rendir a gusto en cualquier terreno cualquiera de nosotros. Me niego en rotundo a admitir cualquier intento de cambio electrónico que no sólo no hace ninguna falta, sino que además implica integrar un elemento consumible en la bicicleta (las baterías). Quiero mencionar también que en los años 80 hubo dos avances que para mí supusieron un cambio radical y estupendo a la hora de rodar, me refiero tanto a los cambios sincronizados como a los pedales automáticos. Pero para despedirme, como no puede ser de otra manera en un blog dedicado al ciclismo “vintage”, quiero hacer público mi amor por unas piezas que me resultan fascinantes en las bicicletas clásicas: ¡los racores! Los cuales, en muchos casos, me parecen unas joyas de la metalurgia.

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